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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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La esperanza puesta a prueba en inmigración

Por: Maribel Hastings
Washington DC.-

En estos días se sigue manifestando la urgencia de una reforma migratoria, ahora cuesta arriba con una Casa Blanca y un Congreso hostiles y negados a una medida amplia, sensata y realista, pero abiertos a propuestas antiinmigrantes para apaciguar extremistas. Este fin de semana se informó del fallecimiento de 9 inmigrantes, incluyendo dos menores de edad, hallados en un camión de carga en San Antonio, Texas.

Aunque no se habían dado a conocer todos los detalles, es sabida la extrema necesidad que lleva a migrantes a ponerse en manos de despiadados traficantes humanos. La falta de mecanismos ordenados que atiendan no solo las necesidades laborales en Estados Unidos, sino las de reunificación familiar llevan a las personas a tomar decisiones que en muchos casos resultan fatales.

La falta de nuevas leyes migratorias que se acomoden a la realidad sobre el terreno da paso a que se apliquen leyes retrógradas que no consideran circunstancias especiales. Esto se agudiza si las autoridades migratorias se niegan a ejercer discreción a la hora de decidir quién es deportable y coloque en la misma lista de removidos a delincuentes y personas sin historial delictivo.

La deportación de Jesús Lara la semana pasada, un inmigrante trabajador que pagó impuestos, es padre de cuatro ciudadanos estadounidenses y no tiene historial delictivo, ejemplifica lo que está mal con nuestro sistema migratorio. Aunque en Ohio, donde vivía, un sector insistió en que su deportación fue justificada, otros la lamentaron y otros más aludieron a uno de los mayores mitos migratorios: que se coloque en fila y obtenga la ciudadanía.

No hay fila en la qué colocarse y el sistema termina dividiendo familias y privando a comunidades, estados y al país de la mano de obra que prestan y los impuestos que pagan inmigrantes como Lara.

Y aunque en esta atmósfera no hay cabida para medidas migratorias que beneficien a los inmigrantes, el Congreso y la Casa Blanca sí tienen tiempo para impulsar su absurdo muro fronterizo. Esta semana podría haber un voto para incluir una partida de $1,600 millones para el muro en el presupuesto del Departamento de Defensa. Sería apenas un “enganche” para el inútil muro que Trump prometió a sus extremistas.

Por otra parte, mientras se aproxima el 5 de septiembre, la fecha límite artificial impuesta por procuradores republicanos para que Trump revoque la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) o lo demandan ante tribunales federales, un grupo bipartidista del Senado volvió a presentar el DREAM Act versión 2017 para legalizar a jóvenes que fueron traídos de niños sin documentos. La interrogante es cuál es su posibilidad de avance, por lo cual la defensa de DACA cobra especial premura.

Según un sondeo de Morning Consult National, 78% de los republicanos apoya que los DREAMers obtengan la ciudadanía y por un margen de 4 a 1 favorecen que Trump mantenga DACA para los DREAMers. ¿Los escuchará o seguirá apelando a su base antiinmigrante?

En materia migratoria en la era de Trump, la esperanza se ha puesto a prueba. Pero tirar la toalla no puede ser opción. Más allá de la retórica antiinmigrante con la que se ha querido invadir y manchar la esencia misma de una nación como Estados Unidos –solidificada por el aporte individual y colectivo de millones y millones de inmigrantes que han forjado su historia desde el principio–, existe una especie de nuevo mundo allá afuera: en las calles, en las plazas, en el trabajo, en las escuelas, los hospitales, en los centros comerciales, en los institutos de investigación social y científica, en los medios de transporte, en la prensa… en tantas partes.

Es un nuevo mundo integrado por quienes reivindicamos día tras día nuestro derecho a existir en una sociedad a la que hemos inyectado una particular energía en todo sentido, acorde con el momento histórico que nos ha tocado vivir.

Nuestros rostros, nuestras voces, nuestra forma de participar le han dado un giro importante a este país, en el que la esperanza y no pocas ilusiones han sido los elementos de la nueva promesa social e histórica en que se ha convertido Estados Unidos. Otras comunidades lo hicieron antes; por eso causa extrañeza y desasosiego cuando vemos que a nosotros se nos quiere negar esa posibilidad.