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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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El Dream Act y la supervivencia republicana

Por: Maribel Hastings
Washington DC.-

Mientras entramos en un etapa crucial para el futuro de los Dreamers, sectores republicanos parecen entender que no tomar acciones para ofrecer a estos jóvenes un camino a la ciudadanía, particularmente tras la revocación de DACA, podría incidir en su futuro político.

La semana pasada un grupo de congresistas republicanos de distritos a través del país abogó por la aprobación del Dream Act este año. Aunque algunos han apoyado el proyecto de ley durante años, otros han ido entendiendo los cambios demográficos de sus distritos y la realidad de que evadir un tema con consecuencias tan reales sobre individuos, familias, comunidades —así como la economía e incluso nuestras fuerzas armadas—, también puede resultar en consecuencias políticas desfavorables.

Este domingo el gobernador republicano de Ohio, John Kasich, quien luce cada vez como alguien que buscaría retar al presidente Donald Trump en las elecciones de 2020, reiteró que su Partido Republicano tiene que reencontrar su camino y su dirección tras el lapsus que ha supuesto la elección de Trump. Y una de las formas de hacerlo, según Kasich, es ser pro inmigrante “y solucionar el problema de DACA”.

Con las elecciones de medio tiempo el año entrante, los republicanos tienen un enorme reto ante sí. Pueden seguir asumiendo posturas que les granjeen el favor de la base ultraconservadora que apoya a Trump pase lo que pase, pero como probaron las elecciones del 7 de noviembre en Virginia y otros puntos del país, hay un sector del electorado que ya ha perdido la paciencia ante el extremismo y la política divisiva y rechaza a quienes asuman estas posturas.

De hecho, una de las varias lecciones de esos comicios, particularmente en Virginia, es que el libreto antiinmigrante de Trump no es infalible. Muchos argumentarán que hay que poner a prueba el argumento en estados rojos donde dominen los republicanos, pero eso equivaldría a ignorar algunas realidades, entre otras, que hay sectores republicanos, sobre todo con más altos niveles educativos, que no necesariamente están cómodos con la agenda extremista y la retórica antiinmigrante que domina a su partido, y que el otro bando, los sectores más liberales, progresistas e incluso moderados, están listos para dejarse sentir en las urnas.

La selección de candidatos dispuestos a garantizar que se atraiga y se movilice a los votantes también es vital. Como quedó demostrado en 2016, no se trata únicamente de señalar cuán antiinmigrante es Trump o sus clones, sino de entusiasmar a ese elector a que salga a votar. Lo que sí queda claro camino a 2018 y 2020 es que abogar por una solución permanente para los Dreamers puede rendir buenos frutos políticos para los republicanos, particularmente los vulnerables. No hacerlo, solo seguirá energizando a sus opositores, como demostró Virginia. Su superviencia está en juego.

El día que el odio perdió, en efecto, quienes optaron por la unidad y la pluralidad ganaron, mientras que quienes se aferraron a la división y el nativismo perdieron. Tan sencillo como eso. Los republicanos Ed Gillespie, en Virginia, y Kim Guadagno, en Nueva Jersey, se creyeron amparados por el falso poder de quien ahora detenta la Casa Blanca y perdieron ante los demócratas Ralph Northam y Phil Murphy, respectivamente, apelando a la retórica anquilosada y anacrónica de un mandatario que cada vez más se ve despojado de las capas de mentiras que lo han cobijado desde que surgió a la palestra política en 2015 con una campaña contra los sectores más vulnerables.

Pero mientras la investigación del fiscal especial Robert Mueller avanza con esperanzadores resultados, los naipes de la mafia van cayendo y las derrotas de sus aliados se van haciendo más evidentes.

No hace falta abundar en la serie de victorias de miembros de minorías en otros estados del país que, en buena medida, representan el Estados Unidos contemporáneo, más acorde con la realidad nacional e internacional y adaptado a los cambios que requiere esta etapa de la historia mundial.

Son esos triunfos la punta de lanza de la nueva etapa política en la que acaba de ingresar el país, con los que se empieza a consolidar una nueva plataforma de participación plural —política y étnicamente hablando—, con base en la cual derrotar a la supremacía que ha querido aplastar décadas de lucha por los derechos civiles, añorando una serie de privilegios tan solo por el color de la piel.