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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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Conteo regresivo para el Dream Act y DACA

Por: Maribel Hastings
Washington DC.-

El año 2017 se aproxima a su fin y con ello se acelera el conteo regresivo que determinará el futuro de los Dreamers. A casi un año de que los republicanos controlan la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso, no tienen nada que demostrar en términos de logros legislativos de manera que lo que consigan en los escasos 12 días laborables que le restan al calendario del Congreso es la última carta antes de adentrarse en 2018, año de elecciones intermedias, donde la reelección consumirá el interés y el tiempo de los legisladores. Y el tema migratorio está al centro del tapete.

La fecha de expiración “oficial” para DACA es el 5 de marzo de 2018, pero la realidad es que estos jóvenes han quedado desprotegidos desde el momento en que el presidente Donald J. Trump rescindió el programa el pasado 5 de septiembre. No cabe duda que la era de Trump es una de las más antiinmigrantes y ni siquiera los Dreamers, el grupo que más simpatías y apoyo generan entre la población, tanto de parte de republicanos como de demócratas, han estado exentos de detenciones y deportaciones. Los demócratas, o al menos un sector de ellos, parecen estar dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias, incluso un cierre del gobierno, si DACA o el Dream Act no forman parte del plan de gastos del gobierno federal que debe completarse para el 8 de diciembre. Los republicanos abogan para que el tema de los Dreamers quede fuera del plan de gastos para considerarlo el año entrante, en una fecha más cercana a su expiración a principios de marzo.

Como he indicado con anterioridad, en este pueblo, Washington, D.C., los temas se siguen posponiendo cuando no existen ni el apetito ni la voluntad política para abordarlos. A estas alturas, ¿qué no saben los legisladores sobre el Dream Act, una medida que concedería una vía a la ciudadanía para los Dreamers y que originalmente se presentó en 2001? A pulso, los Dreamers y sus aliados se han encargado de educar a la población sobre las particularidades de este grupo de indocumentados, sobre las opciones disponibles para solucionar su situación migratoria, y muy importante en este caso, sobre las aportaciones de los Dreamers a nuestra sociedad y economía. Y los resultados son obvios.

En prensa escrita, radio, televisión y en línea se habla del Dream Act y de DACA con una familiaridad insospechada en años previos. El apoyo bipartidista existe. De manera que hay que aprovechar la coyuntura y subirse a la ola. Hay que echar el resto para impulsar y presionar por una solución que lleva 16 años en espera. El conteo regresivo para esa solución está en curso. “A Trump le ha faltado valentía porque aunque dice tener a los dreamers cercanos a su corazón, no sólo revocó DACA sino que está abogando por usar a los dreamers como moneda de cambio”.

Una de las ventajas de estar sumido en los vaivenes políticos de Washington D.C. durante más de dos décadas, es que uno ha visto y escuchado los mismos argumentos a favor o en contra de un tema; ha sido testigo, con horror o gusto, de los cambios de postura de los políticos según soplen los vientos de la conveniencia, y también ha presenciado en primera fila la evolución de los dreamers como punta de lanza del movimiento proinmigrante. Y es frustrante ver que al cierre de 2017 todavía la situación de los dreamers no se soluciona.

El 1 de agosto de este año se cumplieron 16 años de la presentación del Dream Act original como medida bipartidista para conceder una vía a la ciudadanía a jóvenes traídos de niños sin documentos. Y hace siete años, en medio de otro otoño-invierno, los dreamers peleaban otra batalla en esta guerra-maratón para que la nación que los vio crecer y de la que son parte, los reconozca de una vez y por todas.

La historia que siguió es ampliamente conocida. El tranque en el Congreso y una campaña de presión sobre el presidente demócrata Barack Obama resultaron en que se girara una solución temporal mediante orden ejecutiva, DACA, que permitió que 700,000 jóvenes fueran amparados contra la deportación y obtuvieran permisos de trabajo, lo que ha beneficiado a los individuos, sus familias, sus comunidades y a la economía de la nación.

El ascenso de Donald Trump a la presidencia supuso la revocación de DACA con fecha de expiración artificial: el 5 de marzo de 2018. La revocación de DACA supone que cientos de miles de dreamers quedarían vulnerables a la deportación, aunque para efectos prácticos ya lo están.

Recuerdo que en el debate en el Senado en 2010, el senador demócrata de Ilinois y autor y auspiciador del Dream Act original, Richard Durbin, hizo el siguiente llamado: “Hoy no sólo estoy pidiendo un voto por el Dream Act… les estoy pidiendo mucho más: un voto de valentía política”. Y siete años más tarde a Trump le ha faltado esa valentía porque aunque dice tener a los dreamers cercanos a su corazón, no sólo revocó DACA sino que está abogando por usar a los dreamers como moneda de cambio para obtener fondos para el muro en la frontera, más espacio para detención y la agilización de las deportaciones.