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Miércoles, 4 de Diciembre del 2024
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Elecciones: guerras civiles, divisiones y promesas conocidas

Por: Maribel Hastings
Washington DC.-

De un lado está el culebrón protagonizado por el congresista republicano de California, Kevin McCarthy, tras retirar su candidatura para la vacante de la presidencia de la Cámara Baja luego de la dimisión del congresista de Ohio, John Boehner. McCarthy sabía que no tenía los votos requeridos para ser electo porque el sector más recalcitrante y antiinmigrante del Partido del Té siente que el actual liderazgo ha ignorado su agenda extremista. Hay rumores de que existen otras razones para la decisión de McCarthy que no nos competen.

Lo que sí debe importarnos es que el sector antiinmigrante del Partido Republicano no sólo está dirigiendo la orquesta en el proceso de primarias para elegir a su nominado presidencial y que Donald Trump es su favorito, sino que este sector extremista quiere oficializar su poderío sobre la agenda del Congreso. No olvidemos que, en un principio, Boehner y el liderazgo republicano cameral hablaron de considerar el tema de la reforma migratoria para luego dar un viraje de 180 grados, amenazados por el sector antiinmigrante que domina la agenda legislativa, las decisiones que se toman o no, y continúa definiendo a los republicanos entre diversos sectores de votantes, incluyendo a los latinos.

La realidad es que hace años que los republicanos libran una guerra civil por el alma de su partido y por su futuro en la política nacional. Algunos conservadores interpretan la más reciente batalla de esa guerra civil como algo “positivo” para el Partido Republicano, pues supone que la vieja guardia será sustituida por una nueva guardia. El argumento no me convence. En primer lugar, si se tratara de buscar una nueva guardia, no estarían prácticamente rogándole a Paul Ryan, el congresista republlicano de Wisconsin y ex aspirante a la vicepresidencia republicana en 2012 junto a Mitt Romney, que se postule a la presidencia cameral. En segundo lugar, ¿en qué consiste esa “nueva guardia”? ¿En una partida de extremistas que sólo conseguirán paralizar aún más a este disfuncional Congreso de mayoría republicana? De lo que no cabe duda es de que la guerra civil republicana es cruenta y la ya lastimada imagen del partido entre diversos sectores electorales sigue empeorando.

Dicho esto, pasemos a otro tipo de divisiones como las que ocuparán la atención esta semana con el primer debate de los precandidatos a la nominación presidencial demócrata: Hillary Clinton, Bernie Sanders, Martin O’Malley, Jim Webb y Lincoln Chafee, junto a la sombra del vicepresidente Joe Biden. Aquí hay diferencias de espectro. Clinton es considerada la candidata del establishment demócrata con una experiencia envidiable y un bagaje para muchos positivo y para otros preocupante. Sanders es considerado un socialdemócrata que apela a los sectores más liberales con sus loables ideas como la de educación universitaria gratuita, por nombrar una. Y O’Malley es un experimentado político que en esta pelea por la nominación también ha tratado de colocarse a la izquierda de Clinton en asuntos como la inmigración.

Si hay un común denominador entre estos tres es precisamente que todos abogan por la reforma migratoria y defienden las acciones ejecutivas tomadas ante la falta de acción legislativa, pero que están frenadas en los tribunales. El problema es que en la pelea por cortejar al voto latino, ahora los demócratas se deshacen en superar las promesas que hacen los demás; pero cuando de promesas migratorias se trata, los votantes latinos ya tienen bastante experiencia. Obviamente hay marcadas diferencias entre republicanos y demócratas en materia migratoria y, por ahora, los primeros van perdiendo entre el voto latino que necesitan para ganar la Casa Blanca. Pero los demócratas no deben confiarse, pues en este ciclo electoral hay una nueva camada de votantes latinos jóvenes que ven más allá de simbolismos y promesas. Los demócratas han madurado mucho en años recientes y ya el tema migratorio no les supone guerras civiles ni divisiones al estilo republicano. Pero no sólo de promesas viven los votantes latinos.