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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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Sin poder acabar con Obamacare, Trump se lanza ahora al reto del mayor recorte de impuestos en décadas

Por: Paula T. Castellano
Washington DC.-

Trump, republicanos

El presidente y los republicanos presentan su “revolución fiscal” que debería beneficiar a la clase media y pobre. Las propuestas, sin embargo, favorecen en buena medida a los adinerados.

Tras varios intentos fallidos para cumplir con su promesa de extinguir Obamacare, el presidente Donald Trump se lanzó este miércoles a su próximo (y difícil) reto: lograr la mayor reforma fiscal en décadas, que también había prometido en campaña. Ni el presidente ni los republicanos en el Congreso ofrecieron detalles reveladores de cómo van a lograr esa rebaja fiscal sin comprometer las finanzas públicas estadounidenses. Su misión declarada es beneficiar a la clase trabajadora −que ayudó a su triunfo electoral− pero, desde que mostró las primeras versiones en campaña, los analistas apuntan a otros favorecidos: la clase adinerada.

En concreto, el plan sobre la mesa acaba con los impuestos para herencias y rebaja drásticamente la tasa fiscal para las corporaciones −dejando más cash así para sus accionistas y directivos−. Para los contribuyentes, la propuesta no contempla cambios tan radicales.

Trump, sin embargo, insistió en quién cree que saldrá beneficiado: “Esta reforma fiscal protegerá a las familias de ingresos medios y bajos, no a los ricos. Pueden llamarme lo que quieran, pero es así”, dijo el presidente en un evento propio de campaña electoral en Indianapolis.

El plan lo publicó el republicano Paul Ryan, líder de la Cámara de Representantes, y se elaboró en coordinación con la Casa Blanca de Donald Trump.

Para los particulares, proponen establecer tres franjas de impuestos en vez de las siete actuales. Habría una tasa máxima del 35%, frente a la actual del 39.6%. Los republicanos evalúan crear una franja de imposición para los más ricos, pero la propuesta hasta el momento es vaga y no está decidida.

El cambio más radical parece ser el de los impuestos que pagan las empresas al acabar el año. Pasaría del actual 35% de los beneficios que genera la corporación al 20%. Trump inicialmente quería que el impuesto a las sociedades bajase a 15%, pero sus socios del Congreso consideraron esa tasa poco realista y optaron por 20%, que igualmente es menor que la media de países desarrolados.

Los republicanos también buscan una gran simplificación fiscal para que los estadounidenses puedan declarar sus impuestos a través de una carta postal. Eso implicaría también la eliminación de numerosas deducciones y nichos fiscales tejidos en un código fiscal de unas 75,000 páginas que se ha convertido en muy complejo.

Los republicanos solo pretenden mantener dos deducciones populares: la deducción de los intereses a los préstamos inmobiliarios y la que se aplica a las donaciones de caridad. Pero el asunto de las deducciones no está decidido y ocupará a los legisladores en los próximos meses.

El impuesto a la sucesiones, que los conservadores llaman impuesto a la muerte, sería abolido, lo que cumpliría una vieja reivindicación de los republicanos.

Lo que Trump llama “cambio revolucionario” está todavía lejos de los bolsillos de las empresas y de los contribuyentes.

Esta es una propuesta que deberá pasar por el Congreso, de mayoría republicana pero que, hasta ahora, se ha demostrado combativa con el presidente.