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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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La primavera de la reforma

 

Por: Maribel Hastings

Si bien las diferencias entre los sectores sindical y empresarial sobre el lenguaje de reforma migratoria que negocia en el Senado el grupo bipartidista de los ocho no deja de ser preocupante, también es cierto que es prematuro escribir la esquela de la reforma migratoria aunque algunos ya estén señalando culpables.

El proyecto de ley ni siquiera se ha presentado en el Senado y en el proceso legislativo que arranca en esta recién comenzada primavera, no será ni la primera ni la última vez que aparezcan escollos en el camino para reformar nuestro sistema migratorio. Prepárense porque lo que se avecina es una montaña rusa. En el 2007, durante el último debate legislativo de un plan de reforma migratoria amplia, me encontraba del otro lado de la cerca, es decir, era reportera y cubría los desarrollos como Corresponsal de La Opinión aquí en Washington, DC. Esta vez estoy en el bando de los activistas. Aunque debo confesar que no he podido sacudirme del todo el cinismo que se apodera de mí cuando del Congreso y la reforma se trata, también confieso que en los casi 25 años que tengo cubriendo este tema nunca había visto tan cercana la posibilidad de que finalmente se haga realidad. Las razones para eso las hemos reiterado repetidamente. Ya se ha probado y comprobado la necesidad de la reforma migratoria por diversas razones: por ser un imperativo moral y humanitario, por suponer beneficios económicos para las familias y para el país, porque urge para que todas las piezas del complicado sistema migratorio funcionen adecuadamente, y finalmente, por los beneficios políticos que esa reforma puede suponer a demócratas pero principalmente a los republicanos.

La elección presidencial de 2012 ofreció la prueba más contundente de cómo el tema migratorio es personal para los votantes latinos, tengan o no vínculos con el fenómeno inmigrante. Demostró sin lugar a dudas cómo afrontar el tema de manera positiva y realista sin atacar a los inmigrantes y en el proceso a todo un sector electoral, beneficia a los políticos.

El presidente Barack Obama aumentó su nivel de apoyo entre los votantes latinos en las elecciones de 2012 a pesar de no haber cumplido su promesa de reforma migratoria en su primer periodo. Pero amparó a los llamados DREAMers de la deportación y al hacerlo evidenció que estaba dispuesto a invertir capital político para concretar esa reforma en su segundo y último mandato. El candidato republicano, Mitt Romney, optó por la retórica antiinmigrante como estrategia de campaña y los resultados ya son historia. Y aunque muchos republicanos argumentan que lograr la reforma sólo beneficia a los demócratas, en realidad son ellos quienes se beneficiarían al atraer un porcentaje de votantes latinos que pueden hacerlos más competitivos ante los demócratas en elecciones nacionales y en sus intentos de recuperar la Casa Blanca.

De manera que las diferencias que en pasados debates echaron por tierra la reforma migratoria quizá esta vez no supongan su descarrilamiento porque ambos partidos, y particularmente los republicanos, parecen estar entendiendo que apoyar los esfuerzos aunque sea mediante un triunfo compartido, puede beneficiarlos electoralmente entre los hispanos. Durante las dos semanas que el Congreso estará de receso, los diversos grupos que integran la Alianza para la Ciudadanía (A4C) que aboga por la reforma migratoria con una vía a la ciudadanía, conducirán eventos de presión a través del país para no quitar el dedo del renglón y recordarles a los legisladores de ambas cámaras, en sus distritos y en sus estados, que la reforma migratoria es un imperativo moral, económico y también político.

Aunque reconozco que en Washington nada está escrito en piedra y aún las cosas que parecen seguras a veces se hacen sal y agua, espero de corazón que esta nueva estación que acaba de comenzar se convierta finalmente en la primavera de la reforma. (Y prometo también, si las circunstancias lo permiten, hacer a un lado el cinismo).