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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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Trump y Kim Jong-un se reunirán en Singapur el 12 de junio

Washington DC.-

Trump y Kim Jong-un

Trump ya ha hecho historia al forzar un paso atrás del régimen norcoreano en su envalentonada forma de amenazar al mundo. Un fruto de su insólita “diplomacia tuitera”. Pero sólo metiendo en cintura a Kim Jong-un obtendrá la gloria que ansía.

Los acontecimientos se precipitan en torno a Corea del Norte. Lo que hace pocos meses parecía una quimera, la desnuclearización total de la península asiática y la renuncia de Pyongyang a la bomba atómica, se presenta como un logro alcanzable, según Donald Trump. Aunque el escepticismo sigue instalado en la Casa Blanca y el propio presidente también admite las dificultades, dados los engañosos precedentes del régimen estalinista, incluido el recelo hacia Kim Jong-un, la euforia se abre paso.

Hoy, a la emotiva acogida que recibieron los tres estadounidenses liberados, Trump añadió el anuncio de la fecha y la hora para su cumbre con el dictador norcoreano: el 12 de junio, en Singapur.

Activada la cuenta atrás para una entrevista inédita, el controvertido ocupante del Despacho Oval ya ha asumido los riesgos. Trump se mueve a medio camino entre la golosa oportunidad de volver a ser diferente a sus antecesores, sobre todo a Obama, y el realismo que se empeña en llamar a la puerta, aunque no siempre encuentre respuesta en el outsider.

Trump ya ha hecho historia al forzar un paso atrás del régimen norcoreano en su envalentonada forma de amenazar al mundo. Un fruto de su insólita «diplomacia tuitera».

Pero sólo metiendo en cintura a Kim Jong-un obtendrá la gloria que ansía, incluido un Premio Nobel de la Paz que, pese a las burlas en algunos sectores, sería una probable realidad si se llega a un gran entendimiento para la desnuclearización verdadera.

El problema para Trump es que al romper el acuerdo con Irán se ha colocado muy alto su propio listón, y el de su contraparte en Pyongyang, para un pacto convincente con Corea del Norte. El presidente, que siempre presume de saber cerrar acuerdos beneficiosos, tiene ante sí la prueba del nueve. Y no hay estrategia que valga.

A diferencia de sus predecesores, Trump reconoce estos días no tener (ni idea) de cómo va a actuar con Kim Jong-un. Ha insistido en que si ve que no hay suficiente voluntad y claridad de renuncia a las armas nucleares, se levantará de la mesa y se irá «tranquilamente». Para bien y para mal, su intuitiva forma de hacer política marcará el camino de una posible solución a la crisis coreana.

De momento, la llegada ayer a Washington de los tres norteamericanos liberados, Kim Dong-chul, Tony Kim y Him Hak-song, en buen estado de salud, permitió a Trump unos minutos de gloria mediática, brindados por el enemigo, mientras no se demuestre lo contrario.

Para algunos expertos, al igual que los gestos precedentes de Kim Jong-un, que han sido calificados por la Casa Blanca de «signos de buena voluntad», podrían ser regalos envenenados para situar a la Administración Trump en posición de deuda antes de empezar a negociar.