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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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No avivemos el peligro a la extinción

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Puente

Hoy más que nunca se necesitan agentes de concordia, personas dispuestas a darse y a donarse con la naturaleza y sus análogos, ciudadanos en diálogo para construir puentes de libertad y derribar los muros que nos acorralan. Es tiempo de acción y mesura. La pesca excesiva, el impacto del cambio climático y la acidificación de losocéanos, ahora sabemos que afectan negativamente en la conservación y el uso sostenible de los bancos de algunas especies marinas. Lo mismo sucede en tierra, lo derrochamos todo, en lugar de activar una atmósfera responsableprotectora, del planeta y de la familia humana.

Desde luego, hay que poner en valor el imperativo ético de actuarjuntos y unidos, pues en todos los continentes se realizan actividades humanas que socavan nuestra propia salud, corrompiendo la capacidad de los ecosistemas para apoyar el bienestar humano. De ahí la importancia de hacerhincapié en las diferentes dimensiones de las relaciones humano-ambientales, reavivando enfoques distintos, peroconfluentes entre sí, y así podamos poner a salvo todas las cosas vivas que nos rodean. La solución al problema no es fácil, necesitamos repensar sobre el camino recorrido y reeducarnos en laprotección, siendo más conscientes de la amenaza de caos y muerte, sin precedentes en nuestra historia. Mientras- Naciones Unidas busca “alfabetizar” al mundo frente al cuidado medio ambiental, hay una desconexiónverdaderamente alarmante del linaje con sus sistemas de producción, con el comercio ilícito de fauna y flora silvestres, vertido en un afán de soberbia y de explotación sin límites.

Nos hemos alejado tanto de nuestro propio hábitat que ya no acertamos a cultivar y mucho menos a custodiar, lo que se nos ha dado como signo de luz, entre elser humano y la creación. Cualquier ciudadano, por consiguiente, se halle donde se halle, corre peligro en la medida en que nadie respeta a nadie. Cada cual vive a su manera y no a la manera que ha de vivir, para que la ecologíahumana y la ecología medioambiental, en verdad caminen acopladas. Harían falta, en consecuencia, multitud dedefensores de la naturaleza, cuando menos para que el progreso de las finanzas no se haga a expensas del desastre de la biosfera.

Para desgracia de todos, la vida humana ha dejado de tener su valor máximo, hasta convertirse en ocasionesen un producto más de mercado, confundiéndola con los parámetros económicos muchas veces. Realmente, somos unpeligro en peligro de extinción. Lo que manda es el dinero. Todo lo demás sobra o está a su servicio. Que el númerode niños desnutridos en Somalia aumente un 50% en sólo cuatro meses, eso no es noticia, parece algo normal y loasumimos. Sin embargo, sí que constituye una tragedia lo superfluo, como que se acumulen caídas en Bolsa. La mundanidad nos absorbe hasta la misma conciencia y esto no es bueno para nadie.

Deberíamos pensar más en los seres humanos, sobre todo en los más vulnerables, con el establecimiento de políticas sociales, que muchas vecesdeben arrancar por mejorar algo tan básico, como la calidad del aire que respiramos. También nuestros humedales, ríos, lagunas y fuentes, en vez de recibir basuras hay que darles otra vida más natural, lo que requieren un mejoraprovechamiento y protegerlos contra la contaminación.

Quizás, por tanto, tengamos desde los medios decomunicación que potenciar mucho más la crítica, y no demonizar a los que ejercen la libertad de expresión, por hablar claro, directo y profundo. Cuidado con alentar posiciones de autoridad, de ordeno y mando, lo que significa que muchas veces los derechos humanos y las libertades fundamentales tampoco son respetados, y las personas son tratadas como un mero interés. Jamás se puede abandonar el diálogo. Es una manera de matarnos.

Desde luego, si un programa detransformación para el siglo XXI tiene que reconocer la igualdad de género como motor de cambio social, dando lugar a más políticas ambientales; de igual modo, cada ser humano tiene que mostrar otras actitudes más solidarias,pacíficas y humildes, con atención preferente a los que no se les deja hablar, o se les deja, pero tampoco se les escucha.