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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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No neguemos la evidencia, el tiempo se nos acaba

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

El tiempo

En nuestra época hace falta otra energía más auténticamente humana. Los males no comenzaron ayer, loshemos dejado pasar, y el tiempo de los tormentos nos empieza a atormentar. Ya no sirven los pregones encaminados alas buenas acciones, hace falta coraje y acción para derribar los muros de la mentira, de la hipocresía permanente sostenida por la desfachatez de algunos dirigentes, más preocupados por el dominio que por servir, por acumularriqueza para sí y los suyos en vez de trabajar por la justicia social.

Personalmente, hace tiempo que lo vengoclamando en todos mis artículos, con verdadero afán y desvelo. Las realidades destructoras de la especie humana lashemos ido negando una a una, insensiblemente, y no hemos sido capaces de decir ¡basta! El peligro es negar a unprójimo excluido y quedar con los brazos cruzados, sin hacer nada, con la indiferencia más absoluta. O vamos todosen la misma dirección, como ha de ir la familia humana, auxiliándonos unos a otros, o esta deshumanización nosdevora más pronto que tarde.

Para desgracia nuestra, en esta sociedad globalizada, nos cohabitan determinadas estructuras de poder, máspredispuestas por la vestimenta de lo políticamente correcto, que por enfrentarse al aluvión de falsedades, que son lasque verdaderamente ocasionan este clima de inhumanidad que sufrimos, en este planetario horizonte de acomodadascomparsas, que nada hacen por restituir tanta acción irresponsable.

El tiempo se nos acaba. Hermanémonos. Todas lasculturas, todos los gobernantes, todas las políticas, han de ponerse al servicio del ser humano, por insignificante quenos parezca. O nos defendemos a nosotros mismos, o la ex plosión de guerras nos dejará sin aliento. No podemoscontinuar alimentándonos de privilegios, alentándonos con el odio y la venganza; es el momento de la acción, detrabajar por lo armónico, de oponerse a los que cultivan el terror y son intolerantes, con la firmeza de nuestracoherencia humana y la mansedumbre de nuestro espíritu expresivo. Plantémonos con el verso y la palabra allá donde haya actitud hipócrita. Organicémonos para dar un giro anuestra historia y desterrar la tiranía invisible del dinero que únicamente garantiza el bienestar de unos pocos.

¡Bravopor el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial, que requirió al gobierno de EstadosUnidos, al igual que a los políticos de más alto nivel, a condenar y rechazar el discurso del odio y los crímenesracistas ocurridos recientemente en la localidad de Charlottesville, que dejaron a una persona muerta!. Son estasprácticas las que nos comprometen a acercarnos más los unos a los otros. Fuera apatías. Todo esto nos enseña arecapacitar, a retornar al mundo de los sentimientos, a tener compasión y a no vivir con un corazón de piedra. Malque nos pese, no se puede ocultar la verdad.

Hay una crisis en todo, fruto de una realidad violenta, corrupta, que hadejado sin alma a los verdaderos soplos democráti cos. Negar esta evidencia, agangrenada a más no poder, nos lleva auna atmósfera tan irrespirable como inmoral, lo que significará una explosión de abusos sin precedentes. Noolvidemos que la grandeza de una especie pensante como la nuestra, ha de estar siempre en cohesión a la certeza desu fuerza moral. Con la rectitud es como se pueden liberar los pueblos y proteger la defensa de los derechos humanos. Espor ello, que urge despojarse de toda estafa moral que nos circunda, para reafirmarnos en respuestas auténticamentehumanitarias, con fondo responsable y forma real: de acoger, amparar y fraternizar. Todos nos merecemos sersocorridos y dignificados bajo esa cultura del reencuentro, tantas veces tergiversada en encontronazos, que nosenvicia hacia crueldades verdaderamente inhumanas, hasta el extremo de perder el sentimiento más noble de lohonesto.

Ojalá cultivásemos más y mejor lo que en su tiempo nos injertó el filosofo y ensayista español, José Ortegay Gasset (1883-1955): “Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestramoral”. Dicho lo cual, cuando desaparece de la humanidad ese sentido decoroso de las cosas, todo va hacia laderrumbe. De ahí, la perentoria obligación de todo ciudadano del mundo de hacer humanidad, con el innatoraciocinio del juicio de la conciencia, sabiendo que no es permisible sembrar maldades para lograr bondades. Enefecto, si no existe una verdad que guíe y oriente nuestras actividades, difícilmente podemos avanzar hacia esasabiduría comprensiva de alianzas y convivencias, lo que favorece ese culto hacia lo humano, hoy tan desvirtuado por intereses mezquinos de conveniencias.