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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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Las trampas del mundo nos delatan

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Trampas del Mundo

El mundo vive injertado en el lenguaje de la hipocresía. Una buena parte de los moradores delplaneta no aman la verdad, no viven en la verdad, apenas se aman a sí mismos, y lo único que les mueve,es el engaño. Hay una persuasión diabólica a confundirlo todo, a simular la verdad. Tal es precisamente eldiscurso de tantos políticos, de tantos aduladores salvavidas, que con palabras bellas reinventan paraísosque distan mucho de la realidad.

Lo cierto es que son diversas las trampas del mundo que soportan losmismos de siempre, la mansedumbre ciudadana, los excluidos del sistema. Cuando una sociedad seencamina hacia la negación y la supresión de la propia vida, o no acierta a convivir con los suyos, o seacon los de su misma especie, acaba por no hallar la motivación y la energía suficiente para esforzarse enel servicio del verdadero bien colectivo, que no es otro que la ayuda mutua. No podemos seguirejerciendo de tramposos, poniendo en peligro la cohesión social, algo que es indispensable en todaconvivencia.

Ahora acaba de ponerse en marcha, oficialmente el nueve de enero, el Año Europeo de Desarrollo en Riga, justo con el inicio de la Presidencia de Letonia del Consejo de la Unión Europea,donde se dice que se busca estimular el interés activo de los ciudadanos europeos en la cooperación aldesarrollo y fomentar un sentido de responsabilidad en la formulación y aplicación de las políticas. Ya megustaría que todo no estuviese perdido y tomásemos otros caminos más de autentico diálogo, decomprensión hacia nuestros semejantes. Vamos a dejar de dar ayudas, migajas que seguramente les hemosrobado, y de una vez por todas, trabajar juntos por el desarrollo común.

Por desgracia, a mi manera de verel modelo europeo, que pudiera haber sido un referente para todo el planeta porque se basa en valores,lleva consigo la trampa de ser distante, todo ello activado con una política comuni- taria de diversasvelocidades y con objetivos distintos. Sin duda, la pobreza y el subdesarrollo son nuestros mayoresdisidentes que, a su vez, generan un clima de terror, de nacionalismos absurdos, de desastres ymezquindades, que realmente impiden la integración regional, el diálogo cultural y la verdaderaasociación colectiva. Lo mismo sucede con el sufrimiento de tantos ciudadanos del mundo, cuya vida apenas valenada. Si realmente tuviésemos el compromiso de cooperar unos con otros, de respaldar procesos detransición democrática para que el resultado sea una nación fuerte con sólidas instituciones que respetenlos derechos humanos, todo sería diferente.

Para empezar, tenemos que expulsar los ídolos de lamundanidad, que continuamente nos tienden trampas por doquier camino. Luego, después, debemostrabajar de manera conjunta, y con la mesura precisa, en la solución de las diferencias mediante mediospacíficos. La violencia hay que pararla cueste lo que cueste, y dar la bienvenida a cualquier medidaconcreta para la implementación inmediata de los acuerdos de paz. Nada entorpece más en cualquieravance que los deseos egoístas entre los propios ciudadanos. Resulta obvio, los fanatismos suelen causardolor, devastación y muerte.

Por tanto, se han de valorar cuidadosamente los hechos actuales conamplitud de miras para corregir disfunciones y desviaciones. Indudablemente, todos los países del mundo han de adoptar una postura responsable enconsonancia con los convenios e instrumentos internacionales y los principios humanitarios, medianteacciones concertadas, para salir de este clima de inseguridades que nos asaltan en cualquier esquina delorbe.

¿Qué confianza puede tenerse ni qué protección encontrarse en leyes que dan lugar a trampas yenredos interminables?. En este sentido, resulta alentador que recientemente cincuenta jefes de Estado ygobierno de cinco continentes, invitados por el presidente de la República francesa, François Hollande, semanifestasen unidos en París para denunciar la barbarie terrorista islámica. Naturalmente, tenemos queser tolerantes y respetuosos con las creencias, religiones y tradiciones de los demás, pero las discrepanciassi las hubiere, han de solucionarse sin avivar el odio.