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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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¡Triste época la nuestra!

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Triste epoca

Estoy convencido de la necesidad urgente de establecer un orden jurídico mundial, que bajo el influjo de la justicia social, activada tanto por instituciones públicas como privadas, permita a los sereshumanos armonizar el planeta, establecer unas directrices financieras adecuadas al bien colectivo y no alinterés particular de unos pocos. Este mundo dejará de ser habitable si las desigualdades continúan creciendo. No puede haber convivencia pacífica, sino eliminamos las barreras del egoísmo que nos enfrentan, con un reparto equitativo de los bienes sociales.

En una sociedad como la actual, sin principios,ni éticas, con un aluvión de injusticias, no es factible que se respeten los derechos humanos, por muchoque los vociferemos y los recordemos. No será por leyes, ni tampoco por onomásticas, pero quizás nos falte el auténtico compromiso del genuino amor hacia los demás, para que nos podamos abrazar en labondad toda la especie, de manera fraterna. Desterrado el vínculo que nos une, muere también cualquiertipo de conciliación.

Todo fracasa, hasta la misma celebración del día mundial de la Justicia social (20 defebrero), encaminada a erradicar la pobreza, promoviendo trabajos decentes y pleno empleo, la igualdadentre los sexos y el acceso al bienestar social, lo que conlleva a una vida digna para todos. Qué bueno que la dignidad formase parte de todos los seres humanos. Reconozco que unaprofunda amargura nos embarga a multitud de ciudadanos, unos porque se encuentran desempleados yotros, porque teniéndolo, se les remunera con salarios ínfimos, dejándolos sometidos, tanto a ellos como asus familias, en condiciones de vida totalmente míseras.

Considero vital que la ética ciudadanareencuentre su espacio en la gente p o - derosa, en las finanzas y en los mercados, poniendo más interés enauxiliar a los excluidos del sistema. La solidaridad no consiste en entregar migajas, o aquello que nossobra, se trata de poner en condiciones más ventajosas, para que cada uno libremente pueda avanzar a suritmo, poblaciones enteras que se ahogan infrahumanamente.

Téngase en cuenta, que los pueblos aquienes no se hace justicia se la toman por sí mismos más pronto que tarde. Por consiguiente, ya nopodemos tolerar que las finanzas de los poderosos nos destruyan, en lugar de servir a las necesidades detoda la ciudadanía, especialmente la de aquellos más pobres. Ya no sirven las palabras, es la hora de laacción urgente, de que los gobiernos de todo el mundo, se comprometan a desarrollar un activo mundialcapaz de promover un impacto social de mínimos, para que los marginados al menos puedan levantarcabeza.

Indudablemente, ante las graves situaciones de injusticia que sufren una buena parte de laciudadanía, las profundas desigualdades sociales cada día más horrendas, y las penosas condiciones dedesventaja en las que se hallan poblaciones enteras de todos los continentes, no podemos caer en laindiferencia o en mirar hacia otro lado. En los últimos tiempos, se vienen produciendo, en todo el orbe,fenómenos vergonzosos para la propia especie humana, auténticos fenómenos de explotación, sobre todoen perjuicio de los trabajadores más débiles, migrantes o marginales. En todos los países se debieranasegurar unos niveles salariales adecuados al mantenimiento del trabajador y de su familia, incluso concierta capacidad de ahorro.

Igualmente, todas las naciones debieran asegurar una cultura más humana ymenos interesada. De no cesar este injusto clima de despropósitos, podemos llegar a un suicidio colectivode la propia especie, unos por amargura y otros por tormento. Naturalmente, no podemos quedarnosquietos sin hacer nada. Hay que reiniciar nuevos modos y maneras de vivir, escuchando todas las voces, ycuidando mucho más las desapariciones forzadas.