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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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El efecto conciliador del papa

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Papa Francisco

Hoy el mundo requiere, como siempre, personas de paz; capaces de desactivar odios y venganzas y deconstruir un orden social verdaderamente justo. Personalmente, siento una enorme gratitud hacia el Papa Francisco, afanado en proclamar un amor reconciliador, de acercamiento entre unos y otros. Es la armonía, la conciliación, elincentivo de sus gestos y palabras. Naturalmente, en su propio acontecer diario se refleja la pobreza de Cristo. Ahíradica, a mi juicio, el entusiasmo de un hombre coherente con sus acciones. Sus palabras siempre cantan todo lobello, lo hace a través de la alegría del Evangelio, con la ilusión de injertar horizontes que nos fraternicen, máximeen una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización más indecente y a una desigualdaddesvergonzada.

Ante estas tristes realidades, recibir un mensaje de esperanza, en un momento en el que se traicionantantos valores humanos, sin duda es el mejor estimulante vital para una especie pensante. A veces es la falta de ilusiónlo que nos hunde, el vivir cada uno para sí, en lugar de para todos. Otras es el delirio, la ambición por el dominioterrenal. Y, en todo caso, siempre la simpleza como abecedario, en un mundo de parlanchines empeñados endemostrar que tienen talento.

Por desgracia, olvidamos con frecuencia que la necedad es la madre, y también el padre,de todos los males. Quizás, ante el aluvión de maldades que generamos cada cual, deberíamos aprender a avergonzarnos másante nosotros mismos, que ante los demás. Precisamente, cuando el Cabeza de la Iglesia católica habla de unarevolución de la misericordia, lo que viene a decirnos es que todos, absolutamente todos, tenemos que cambiar enprofundidad nuestro corazón, para poder identificarnos con el sufrimiento de los demás. Cuántas veces nosotrosmiramos hacia otro lado para no ver a los marginados.

Tal vez algún lector piense que lo importante no es lo quehaga, o diga, un líder religioso como el Papa, sino que es el pueblo, con sus gobernantes, los que han de derribarmuros y establecer alianzas. No obstante, nadie me negará que cuando, en nombre de una ideología, se quiereexpulsar al Creador de la colectividad, se acaba por adorar a ídolos, y rápidamente el ser humano se pierde, sudignidad brilla por su ausencia al ser pisoteada, y los más innatos derechos son violados sin compasión alguna. Cadadía estoy más convencido, pues, que son las convicciones religiosas las que más pueden colaborar en lareconstrucción moral que el planeta tanto necesita. Indudablemente, me refiero a aquellas religiones que rehúyen dela tentación de la intolerancia y del sectarismo, y que promueven actitudes de amor, respeto y diálogo constructivo.

Por consiguiente, el referente del Papa Francisco como servidor del ser humano, nos traslada elcompromiso, tan poco usual en estos tiempos que vivimos, en favor del bien colectivo. En cualquier caso, hay algoque nos une a todos, y es el camino de la vida, cada uno con su propia identidad. Así, también nos alegra que, a laexpectativa que genera todos los años la participación de los jefes de Estado en la Asamblea General de NacionesUnidas, la cita política internacional por excelencia, este año se le suma la visita del Pontífice y la Cumbre especialpara la adopción de la nueva agenda de desarrollo para 2030, en la seguridad de que hasta con su silencio despertaráconciencias.

Sin duda, es el guía de la reconciliación del ser humano consigo mismo y con el equilibrio ecológico delorbe, que rechaza con firmeza una mentalidad fundada en la confrontación y la rivalidad; promoviendo, sin embargo,una cultura modelada en lo armónico y en los más nobles valores tradicionales. Desde luego, se ha ganado a pulsoque se le considere el activista de la cultura del encuentro, de las nuevas oportunidades para la interlocución. Sólo asíse pueden superar las diferencias, ya que si importante es asegurar una vida digna para todos, así como la salud delplaneta para las generaciones futuras, no menos esencial es construir una sociedad de veras tolerante e inclusiva.

Esperamos que este efecto conciliador del Pontífice Francisco traiga al mundo la paz que todos ansiamos,sabiendo que el mundo de Dios, -como dijo este Pastor Universal, en más de una ocasión-, “es un mundo en el quetodos se sienten responsables de todos, del bien de todos”. Al fin y al cabo, cuando el ser humano pierde de vista estehorizonte deja de embellecerse para encerrarse en su propio egoísmo, que lo lleva a la indiferencia más cruel con susanálogos, y por ende, a la desesperación y al abandono hasta de sí mismo.