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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
| 10:57 am

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Una fuerza de habilidad defensora

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Cuando la verdad se torna débil o inexistente, para defenderse hay que pasar a la acción. Por eso,hoy más que nunca, hacen falta fuerzas de habilidades defensoras, injertadas con diplomacia preventiva, para que esta atmósfera que padecemos de disturbios políticos, de violencia e impunidad que sufrimos portodo el planeta, cese de caminar en las tinieblas, y volvamos a propiciar la confianza necesaria que nosconduzca al goce del sosiego y al disfrute de los derechos humanos entre todas las personas. Ciertamente, la verdad no radica en la parte que grite más, sino en aquella ciudadanía, que dentro de los límites delorden moral y del bien colectivo, manifiesta el deber de vivir con dignidad y de buscar cada día conmayor profundidad y amplitud, horizontes de esperanza a compartir.

Asfixiar la voz de los ciudadanos, reducirla a un silencio forzado, es a los ojos de la autenticidadun ataque contra la propia conciencia de la especie humana, una violación a la estética del mundo, a suarmonioso orden, tal como su propio derecho natural lo ha establecido. De ahí la importancia deconversar mucho, si en verdad queremos fortalecer y coordinar mejor las acciones de consolidación de lapaz, algo que a todos nos interesa para la construcción de un orbe armónico y sostenible. Enconsecuencia, se precisan muchas fuerzas defensoras, pues hasta defender a la naturaleza es defender a laciudadanía.

Aunque soy consciente que, con frecuencia se relativiza la verdad, lo que origina un riesgofatal de caos y absurdos como hasta ahora no se había conocido. Esta es la dura y torpe realidad que nosencamina cada día un poco más a una deshumanización sin precedentes. A propósito, la ONG AmnistíaInternacional en su informe anual, indica precisamente que 122 países practicaron la tortura o el maltratoy 29 obligaron ilegalmente a personas refugiadas a retornar a países donde corrían peligro. ¿Dónde estánuestra capacidad de amor y acogida?. El ratón Pérez se la ha llevado consigo, desde luego que sí.

Indudablemente, en esta falta de humanidad el permisivismo moral gobierna por todos losrincones. Convendría, por ello, activar formas de vida más profundas, en el sentido de reconciliadas, paraque pudiéramos abandonar estas formas de indecente mercado, donde todo se compra y se vende, dondenada se dona ni se participa. Cuando menos sería saludable interrogarnos cada cual consigo, que nadie selo omita de su plan de vida, para poder crecer interiormente, pues en una discusión, lo complicado no eshacer valer nuestra opinión, sino conocerla, observarla, reconocerla y también reconocerse en la idea. Téngase en cuenta que hoy los astutos planes de destrucción te los encuentras en cualquier esquina, demanera solapada, como si fueran buenas acciones lo que es verdaderamente cruel. Pongamos por caso, laexplotación física, económica, sexual y psicológica, que muchos moradores de todas las edades y cielos,sobrellevan con resignación.

Sostenidos por los ideales de nuestros espacios interiores, por nuestros principios humanos yvalores compartidos, todos podemos y debemos levantar el estandarte espiritual de la unión, la energíafusionada, la visión liberadora de lo que somos, más poema que cuerpo, más ilusión que desilusión, másluz que sombra en definitiva. Es cuestión de que sepamos mirar y ver, para poder discernir lo genuino delo adulterado. Hablar de corazón a corazón implica no sólo arder en la poesía, también iluminarse, pues aligual que los mayores enemigos de la libertad no son aquellos que la destierran, sino los que la censuran,también los mayores inhumanos no son los predicadores, sino los que dialogan con su pueblo con elabecedario del engaño.

Con razón también se dice, que no hay mayor mentira que la verdad malentendida. Lo cierto es que los ferrocarriles de la farsa nos cruzan por todas partes. Y así vamos; sinfrenos y a la ventura, para desventura nuestra.