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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
| 10:54 am

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Frente a un mundo que tortura; prohibición más absoluta

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Mundo de tortura

Nos encadenan tantos martirios que a veces nos quedamos sin aliento y se nos escapa el presente. Casi todos los días se infligen intencionadamente torturas y malos tratos de carácter mental y físico aciudadanos de todas la regiones a instancias de funcionarios públicos, que son precisamente las personasque más deberían respetar el estado de derecho y proteger los derechos humanos.

Hoy mismo NacionesUnidas, en su quinto informe ante el Consejo de Derechos Humanos, aborda el fracaso de las leyesinternacionales para proteger a las minorías de la tortura y otros actos crueles e inhumanos, que nosdegradan como especie. El mundo debería recapacitar sobre esto, máxime en un planeta globalizadocomo el actual, pluralista, multicultural y universal, que ha de cuidar y proteger los valores esenciales quenos dignifican como ciudadanos pensantes.

Sin duda, hoy más que nunca, todos estamos obligados a comprometernos en la abolición de latortura, entendida ésta, como todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores osufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información ouna confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o deintimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo dediscriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otrapersona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia.

Indudablemente, no serán torturas: los dolores o sufrimientos q u e sean consecuencia únicamente desanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas. Con el auge del extremismo violento y el nivel sin precedentes de desplazamientos forzosos, endemasiadas ocasiones se destruye la propia personalidad de ciertos seres humanos. Esto es indigno. Yasabemos que la tortura se considera un crimen en el derecho internacional, pero es preciso tener todos losinstrumentos necesarios para que estos actos jamás se produzcan. El uso de la tortura no tienejustificación alguna, ni para luchar contra el terrorismo porque, de hecho, la persecución aterroriza. Por sifuera poco este suplicio, la Organizaciones de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura(FAO), acaba de advertirnos que crece el hambre en zonas de conflicto pese a proyecciones positivas paracosechas a nivel global. Muchas veces, además, se mantiene una cultura de impunidad que nos deja sinverbo.

Junto a esta prohibición más absoluta, el mundo entero tiene la obligación no sólo de evitar latortura, también de rehabilitarles, con una reparación pronta y eficaz. El hoy es nuestro y no podemoscaminar a la deriva, dejándonos atormentar, sin poder vivir. Aliviemos el sufrimiento de tantas víctimaspresas de la persecución más leonífera, hagamos familia frente a prácticas que todo lo pervierten. Siemprees un buen momento de expresar nuestra solidaridad con las personas torturadas. Más que nunca hacefalta amor, hay un hambre profunda de cariño, de consideración, a pesar de que se nos llene la boca dehumanidad. Ante estos repetitivos sucesos inhumanos, convendría que nos preguntáramos como, en otrotiempo, hizo el científico alemán nacionalizado Albert Einstein: “Tengo una pregunta que a veces metortura: estoy loco yo o los locos son los demás”. Ya está bien de que cada cual consigo, sea su peorenemigo. ¡Pregúnteselo!