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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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La maldita mentira en nuestro diario de vida

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Mentira

Hace tiempo que camino decaído, en parte porque he descubierto que la maldita mentira nos hainstalado en la podredumbre, y que la base de nuestra sociedad está corrompida por la falsedad, desbordada por la apariencia, imbuida por los perversos disfraces de una realidad endemoniada. Por eso,creo que nos hace falta avivar una auténtica atmósfera moral, que suscite en nosotros la autenticidadcomo camino, la lucidez como horizonte y la trascendencia como espíritu a reconquistar. Hay que salvartantas cosas, que lo prioritario a mi juicio es el ser humano, al que hoy se le trata como un producto másde mercado, lo que alimenta la desconfianza y alienta los conflictos.

Nuestra época, más que ningunaotra, tiene necesidad de esa conciencia verdadera, de esa sabiduría ética y humanística, para que podamosrenacer como ciudadanos de un mundo menos interesado, menos material, pues no somos un juguete deun espejismo ilusorio, sino la verdad más profunda de un alma por la que cohabitamos, sentimos ycaminamos, viviendo y pensando. Por esa maldita mentira, en nuestro diario de vida, todo se ha vuelto frágil; hasta el mismísimo

Estado de derecho, al que tanto recurren las élites políticas. Los mismos derechos innatos, los derechosdel ser humano, hoy son cuestionados por diversas culturas y religiones, también por la cultura occidentalque los ha generado y que ahora parecen responder únicamente a las redes de las finanzas. Lo que menosinteresa es lo que más se dice, el bien común, por lo que a la luz de las incongruencias todo se mueve a laderiva.

Así se hace cada vez más evidente que haya líderes cuya conducta sea una farsa continua. Utilizanal pueblo, viven del pueblo, se amparan en el pueblo, y lo que hacen es servirse de esa ciudadanía quevive sin esperanzas. Ha llegado el momento de despertar, de afanarse en otras búsquedas más genuinas,más del corazón, que carezcan de voluntad de dominio; y, en cambio, sí les desvele verdaderamente laincondicional capacidad de servir. En lugar de dominadores, hemos de ser personas con capacidad deauxilio, de asistencia, a los más pobres e indefensos.

Hay tantos derechos vacíos de contenido que nunca se van a poner en práctica, en una sociedadcada día más mundializada en la indiferencia, que nos dejan sin proyectos solidarios, sin referentes y sinpuntos de referencia, sin el control de nuestra personal existencia tantas veces despojada de la propiadignidad inherente con toda persona por el hecho de vivir.

La mayor desdicha que sufrimos quizás sea esedesmantelamiento de los principios coherentes humanos, donde todos los ciudadanos somos candidatos alcapricho de los poderosos; máxime en el momento presente ante la degradación moral de las clasesdirigentes, de líderes carismáticos que conviven con la farsa o de lobbys (camarillas) mediáticassustentadas sin escatimar recursos, previo su adoctrinamiento en el artificio del embuste. Todo esto provoca un efectivo desconcierto y un verídico desgobierno, donde nada es lo que es ydonde nadie dice lo que ha de decir, aunque duela.

Si en verdad fuésemos demócratas, buscaríamos elconsenso, tomaríamos el abecedario de la verdad como lenguaje para el diálogo, fomentaríamos otrosestilos de vida más fraternos, no tan inhumanos, no tan crueles, no tan criminales en definitiva. Tan solo, sintiéndonos parte de los demás, podremos avanzar en esa búsqueda común del bien y de la belleza. Poreso, es tan vital unirse, no desunirse; es tan fundamental donarse, no enaltecerse; desvivirse, noaprovecharse, para revitalizar un mundo más de todos y para todos.

Al final, sin duda, todos seremoscoautores de un proyecto de vida en común; y, es evidente, que en la verdad no puede haber matices,somos lo que somos, y no por gritar más tenemos más razón, pues los hechos pueden ser muchos, pero laexistencia es siempre una y nos merecemos conocerla.