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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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Las graves tragedias del mundo actual

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Tragedias

Son tan profundas las tragedias del mundo presente que deberíamos hacer algo por aminorar elaluvión de sufrimientos. Ciento treinta millones de personas, en cuarenta países, necesitan hoy asistenciapara sobrevivir. Ante esta dura realidad, convendría que nos preguntáramos: ¿y esto por qué sucede? Pues, por lo mismo de siempre, no puedes esperar construir un planeta más habitable sin mejorar laconvivencia de las personas. Vale la pena defender una ciudadanía en valores y censurar a los destructoresde vidas, sean del reino que sean. El día que el mundo coexista de la mano de los que lo embellecen,seguramente dejaremos tantas inútiles conquistas y trazaremos otros modos de vivir y otras maneras deser.

Para desgracia nuestra, los que nos gobiernan suelen ser una generación de endiosados, másinsensibles que las piedras, ya que tampoco suelen escuchar los gritos y sollozos de una buena parte de laciudadanía, excluida de toda existencia como si fuese un mero producto de desecho. Lo malo de todo estevolcán de conflictos, es que cada día aumentan los moradores hambrientos de esperanza, dignidad ysosiego. No es de recibo que nuestra propia especie obligue a su mismo linaje a vivir en condicionesinhumanas, a perpetuarse entre bombas o a subsistir entre discriminaciones. Está visto que el mundo requiere menos armas y más alma, más ética y menos injusticias. No sepuede dar pan por el día y por la noche golpear corazones.

Considero, por tanto, un acto de buen hacerque la comunidad internacional apoye las conversaciones de paz para construir gobiernos de proyecciónuniversal; pero, aún sería mejor, acciones encaminadas a compartir, a dar a cada cual lo preciso parapoder realizarse como ser humano. Me parece justo luchar por la ecuanimidad, ser conciliadores, porqueal fin todos hemos de reconciliarnos hasta con nuestro propio caminar. Bajo este contexto, también elnúmero de desplazados y refugiados por la violencia en Centroamérica ha aumentado en los últimos añosa niveles solamente comparables con la década de los ochenta, en q u e la región f u e azotada por conflictosarmados, tal y como reconoce la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Realmente,es tan fuerte la magnitud del problema, que la intimidación y la persecución de grupos criminales,proveídos de todo tipo de artefactos, se han convertido, junto con la pobreza y el desempleo, en las causasprincipales de los flujos de refugiados y migrantes procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras.

Por otra parte, agregado a esta atmósfera de terror y fanatismo, deberíamos adquirir otros hábitosde consumo que pensasen más en nuestros análogos desperdigados por todo el planeta. Pongamos porcaso, los alimentos que se desperdician en América Latina, que podrían alimentar a trescientos millonesde almas de otras latitudes. Deberíamos pensar más en esto, porque es la vida compartida con los quenada tienen lo que verdaderamente nos transforma, ayudándonos a redescubrir y vivir esta dimensión dela solidaridad, la fraternidad, la ayuda y el apoyo mutuo. No me cansaré de repetirlo. Nada somos por símismos. De ahí la importancia de la compasión frente a tantas tragedias que podríamos solventar, siavivásemos otro ambiente más armónico en todo el mundo. Ya está bien de sembrar tanta crueldad unoscontra otros, de injertar tanto rencor por cualquier esquina del camino, en lugar de mejorar y desarrollarlas riquezas del mundo sensible, de buscar la verdad y practicar la bondad, que es lo que ciertamente nosrealza como ciudadanos del mundo.

Sin duda, el foco de la humanidad tiene que abrazar sobre todo a las poblaciones másvulnerables. Precisamente, la propuesta de observar el Día Mundial de la Población (11 de julio), cuestiónque partió del Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en1989, nace como deseo de injertar expectativas, asignando la máxima prioridad a las personas. Noolvidemos que la ilusión germina de nuestra propio proceder, es la vida misma resguardándose denuestras viles hazañas, que sonmuchas, y siempre tormentosas para todos. Al fin y al cabo, el serdesamparado no tiene otra medicina que el anhelo del cambio. Y con él, sueña hasta despierto cada amanecer. No trunquemos sus alas.