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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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Un camino de encuentros

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Encuentros

Cada día estoy más convencido que la vida es un camino de encuentros con la diversidad. Creoademás que es lo que da sentido a nuestro vivir. Es una de las fortalezas del ser humano como tal. Nada seconsigue por sí mismo. Para ello, se requieren acciones concertadas y soluciones conjuntas. Nuestra casacomún también se construye entre todos, con el concurrencia humana permanente. Hoy la cooperacióninternacional es básica para avanzar humanamente, para crecer como especie pensante, siguiendo esaeterna hoja de ruta en torno a los principios y valores de la Carta de las Naciones Unidas. Sin duda, losgobiernos, las personas, han de respetarse, entenderse y obrar en consonancia.

Indudablemente, nuestra existencia tiene bien poco sentido sino genera un clima armónico, derespeto natural el uno por el otro. Esto exige, desde luego, un equilibrio natural para saber discernir y ver. Para empezar, uno tiene que respetarse a sí mismo para que le respeten, pero también tiene que facilitar lasolución de los conflictos con diálogos auténticos, sin miedos, pero con la conciencia solidaria de lacomprensión. Lo que viene sucediendo en algunos parlamentos democráticos, donde nadie considera anadie que no sea de los suyos, es de una tremenda irresponsabilidad, que nos deja sin palabras. Olvidamosque cuando los que tienen el poder actúan alocadamente, sin rubor alguno, los que obedecen tambiénpierden las formas, la estima por el ser humano.

Ciertamente, la democracia se sustenta en la claridad deideas y pensamientos, en la confluencia de soluciones. Por consiguiente, los gobiernos sustentados bajoeste espíritu democrático no pueden ser el problema. Por desgracia, el encontronazo hoy está a la orden del día. La colisión entre autoridades, gobiernos, culturas, religiones, se produce con demasiada frecuencia. Quizás porque haya muchossembradores de odio. Hoy el mundo no hace familia, al contrario, disgrega familias. Nadie perdona anadie. Falta entendimiento. Nos puede el rencor. Sabemos lo difícil que es actualmente para nuestrasdemocrac i a s preservar y defender valores humanos primordiales.

Por esta razón, hay que ayudar y animara ser comunidad, con lo que ello significa de espíritu de unidad en lo plural. No valen, en consecuencia,gobiernos encerrados en sí mismos, en el no es no permanente. Aquellas políticas que en lugar de serpoéticas avivan el lenguaje de la división, de la violencia, mejor sus líderes abandonan el timón. Resultaverdaderamente preocupante ciertos discursos políticos, convertidos en una siembra de incomprensión, deinútiles luchas, propias de un resentimiento que nos conduce a un permanente desprecio, a un auténticocrimen contra lo conciliador. Estamos llamados a entendernos, a conciliar lenguajes, y no hay otra manera de llevarlo a buentérmino que desde la tolerancia, el sometimiento a la verdad y desde un espíritu humilde. Tenemos queempezar a pensar que apenas sabemos nada, que el enemigo no es el que piensa distinto a nosotros, sinoaquel que quiere destruir nuestros vínculos de familia humana, por ejemplo; o aquel que quiere destruir eldiálogo sincero e imponer sus doctrinas.

Es precisamente, en ese conversar auténtico, donde se halla elreconocimiento y el respeto por el otro. Tal vez necesitemos rescatarnos como especie que busca laconcordia. Ahí va a radicar el heroísmo ciudadano, pues se requiere paciencia y tesón a la hora de activarotros caminos realmente nuevos, que nos lleve a alentarnos y a alimentarnos mutuamente. La novedad llegará en el momento que seamos coherentes y avivemos la reconciliación entrelenguajes y culturas, entre almas y cuerpos, abriéndonos unos a otros para hacernos más poesía que poder, más constructores que destructores, más puente que muro en definitiva. El futuro está en la coexistenciarespetuosa de las diferencias, no en la homologación de un pensamiento único teóricamente neutral; también en las relaciones humanas que han de ser desinteresadas, teniendo como objetivo el hacer piñafrente a las dificultades e incomprensiones. Por tanto, si fundamental no es perder el paso hacia sí mismo, igualmente compartir andares, sin dejar crecer la maleza, es el camino del hermanamiento. Al fin y alcabo, sin una estirpe fraternizada, cualquier ciudadano tiembla de frío.