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Lunes, 2 de Diciembre del 2024
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Adictos a los sobornos

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Soborno

La realidad está ahí. No se puede omitir. Cada año se paga un billón de dólares en sobornos y secalcula que se roban 2,6 billones de dólares anuales mediante la corrupción, suma que equivale a más del5% del producto interior bruto mundial. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, secalcula que en los países avanzados se pierde, debido a la corrupción, una cantidad de dinero diez vecesmayor que la dedicada a la asistencia oficial para el progreso. Desde luego, la falta de rectitud y honradezes tan notoria en ocasiones que nos deja verdaderamente abatidos ante situaciones que nos llevan alsufrimiento y al dolor. Sin duda, el entorno no puede ser más desolador: hay muchos pueblos, ciudades ygente, que sufre mucha envida, mucha venganza, mucha mundanidad espiritual y mucha corrupción.

Perotodo este ambiente se derrumbará por sí mismo, pues no hay penuria mayor que caminar por la vidahambrientos de dignidad. La decencia es lo que nos acrecienta un espíritu ético y, a la vez, crítico; que es el que nos haceestar bien con nosotros mismos, llevándonos a rechazar cualquier tipo de violencia. Por el contrario, loscaminos que conducen a la insatisfacción se pueden tornar radicales y finalmente en fanatismo eintimidación. La ciudadanía a menudo cree que está a merced de esa fuerza engañosa y que es solo unamanera de cohabitar. Sin embargo, cada sociedad, cada sector y cada ciudadano se beneficiarían de otraatmósfera más digna, de unirse contra esta podredumbre de la cotidianeidad.

Este año, siguiendo esaatmósfera de alianzas, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Oficina deNaciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC) han aunado fuerzas en la campaña internacionalcontra la corrupción, centrándose en cómo la perversión tiene un impacto en la educación, la sanidad, lajusticia, la democracia, la prosperidad y el bienestar. Precisamente, la campaña internacional conjunta de 2016 se centra sobre cómo esta energíadepravada es uno de los mayores impedimentos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Ojalá tomemos conciencia de ello, y esas personas que hoy tienen autoridad sobre otros, seaeconómica, política o religiosa, recapaciten y antepongan la grandeza de la honestidad sobre todo lodemás. ¡Bravo! a la Comisión Europea, imponiendo sanciones, a una serie de entidades crediticias porprácticas abusivas, pactando los precios de productos derivados de tipo de interés en euros, lo que violalas normas antimonopolio de la Unión Europea. Asimismo, ¡bravo! por esa ciudadanía que se manifiesta yprotesta contra la corrupción política. Igualmente, ¡bravo! a un líder tan emblemático como el Papa Francisco, que no ha dudado en manifestarse mil veces contra la corrupción, llegando a decir que “la hayincluso en el Vaticano”.

Como botón de muestra, de esta gravísima enfermedad, la escandalosaconcentración de la riqueza global en manos de unos pocos privilegiados, ello es posible con lacomplicidad de algunos irresponsables con poder en plaza. De pena. Por cierto, ya en su época, Franciscode Quevedo, diagnosticó sobre el trastorno: “Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidadlo poco es mucho”. En verdad, la podredumbre es algo que se contagia, y también en más de una ocasión el Pontíficese refirió a la responsabilidad individual en la lucha contra problemas colectivos: “Si no quierescorrupción en tu corazón, en tu vida, en tu patria, empieza por ti mismo. Si no empiezas tú, tampoco lohará el vecino”.

Los seres humanos se pervierten no tanto por el caudal de riqueza, como por el desvelode ese caudal; pues, con razón, se dice que la usura es el origen de todos los males. Un mal que más queajusticiar hay que curar. Ciertamente, causa indignación ver cómo todo se degenera, cómo la corrupciónpenetra y nos deja un sabor de inmoralidades a su paso. Bajo esta plaga extensiva, tanto las institucionescomo el Estado de Derecho se resienten y no podemos disfrutar de ese virtuoso ánimo democrático, quenos dona confianza para exponer los problemas y, así, poner los medios entre todos para resolverlos. Encualquier caso, la adicción al soborno nunca debería ser tratada como un mero delito, quizás deberíamosabordarla más como un problema de estética humana, que exige revisión de alma, puesto que es aquellopor lo que vivimos, sentimos y pensamos.