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Jueves, 14 de Noviembre del 2024
| 10:09 am

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Caminar modifica tu cerebro cuando sufres depresión

Caminata

¿Sabías que la práctica de ejercicio físico, moderado pero constante, te puede ayudar a sentirte mejor si sufres depresión? Basta con caminar media hora al día para experimentar los beneficios.

Cuando sufres depresión tu mundo va a otro ritmo. Un cerebro que atraviesa este proceso experimenta un nivel mucho menor de actividad y hay menos conexiones neuronales. Tal y como nos explica un estudio llevado a cabo por la Universidad de Illinois (Estados Unidos), la amígdala, esa estructura que actúa casi como la centinela de nuestras emociones, se caracteriza por funcionar a un nivel mucho más bajo durante los estados depresivos.

Todas estas características tienen un fin muy concreto: obligarnos a centrarnos en nosotros mismos. Funcionar al mínimo para que esta introspección nos permita analizar ese mundo interior, comprenderlo y resolverlo. Ahora bien, lograrlo nunca es fácil. Una depresión no se cura como quien acaba con una gripe o una infección. Para superar esta enfermedad hay que abordar el problema desde diversos enfoques.

En primer lugar, y si nuestro médico así lo decide, seguiremos un tratamiento farmacológico, complementado con una adecuada terapia. Asimismo, en la actualidad los neurólogos enfocan este proceso hablándonos de lo que se conoce como neuroplasticidad neuronal. Experimentar nuevos estímulos y nuevas sensaciones intensas y significativas puede “reactivar” nuestra conexión neuronal. Algo tan fácil como salir a caminar cada día por un escenario natural puede ser muy terapéutico.

Las personas sufrimos épocas en que nos obsesionamos con determinadas ideas negativas y fatalistas. Es como una melodía incesante. A esos pensamientos negativos se les van añadiendo otros más hasta que, al poco, generamos un proceso emocional tan fatalista que caemos en nuestro propio agujero negro.

A día de hoy, muchos de nosotros vivimos en ciudades. Además, nuestra área de movimiento es limitada. Las rutinas, vivir en espacios pequeños o incluso relacionarnos siempre con las mismas personas puede intensificar más aún el “pensamiento rumiante”. Tanto es así que las depresiones son mucho más comunes en los contextos urbanos que en los pueblos que están en contacto con la naturaleza.